“… y se pasaban la noche dando vueltas como lobos hambrientos”
El amor en los tiempos del Cólera
Gabriel García Márquez
Ella estuvo un tiempo antes de irse por primera vez,
como un viejo papel alguien escribió sobre ella y lo extravió.
Su trono es una mecedora de mimbre y arena
cuyo movimiento voluntario se convierte en un monólogo de
imperfectos recuerdos que estrechan sus manos a los
bordes sudorosos del asiento vespertino de la matrona.
Él se fue, aparentemente al poco tiempo de su regreso
de una inverosímil victoria al pretender mantener las
decepciones intactas y dejando en ella una consternación
que aniquila las sonrisas y quema la piel a fuego lento.
Todos los días la tarde pasa con olor a café y asfalto,
todos los días sus ojos caminan como lobos hambrientos
en busca de un cordero que a lo lejos llora al no tener
refugio, todos los días (por la tarde) ella lo espera.
Llega la noche, el sueño descalzo la arropa
y deja la mecedora vacía mientras las luciérnagas
apagan su luz en la lágrima que se volvió miedo
ante el inclemente insomnio que alimenta la esperanza
de cualquier regreso.
Gerardo Canadell Canga|Profesor universitario
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