
Me hubiese gustado tener en mi memoria
el recuerdo exacto del especifico día
en el cual lo conocí.
Siempre decía que toda ruptura tenía una atadura,
restringía las contradicciones como un privilegio
y miraba los problemas desde lejos;
expresaba con sutileza que el bien y el mal
eran más bien conceptos generales cuya referencia
no generaba significados y mucho menos resultados;
sentía la música como el mejor invento comunicativo,
y el perfume, la puntualidad y las deudas saldadas
eran el ave maría que nunca rezo en voz alta.
Se persignaba una vez en todo el día
en la noche antes de dormir como para alejar
los espíritus burlones y recibir a los bienaventurados.
Al cumplir los 80 años de inmediato se puso
cómodo y se abrigó y comenzó a apagar las velas
que iluminaron su vida sin permitirle
a la nostalgia que apagara las mías.
Siempre lo recuerdo, en el silencio y en la
algarabía de mis palabras y siempre lo veo
con una antorcha en su diestra cuando
las circunstancias inesperadas pretenden
apagar mis velas.
A Juan Antonio (Juancho)
Mi padre…siempre
Gerardo Canadell Canga|Profesor universitario
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